Pieza teatral de Maribel Sánchez Montoya en una adaptación de la obra de Aquileo Echeverría.
En realidad, si ustedes leen el cuento del autor Aquileo Echeverría, es bien poco lo que retoma nuestra historia de él, porque casi en su totalidad, la obra es una nueva creación que nace con la idea de recuperar nuestro folklore y esa idiosincrasia del campesino costarricense que todavía celebramos.
Viene a ser una iniciativa para que el personal, los alumnos y la comunidad disfruten de un atractivo espectáculo donde Ustaquio, un muchacho de campesino y trabajador, expone a sus padres el amor que siente por Miquela, bella flor que engalana los campos del pueblo del Remolino.
La obra se desarrolla en cuatro actos con cuatro ambientes diferentes. En el primero, Ustaquio cuenta a sus padres la urgencia que tiene de casarse con Miquela, porque se encuentra muy enamorado y ellos concluyen que debe casarse el sábado siguiente antes de que “se jale una torta”. En el segundo, doña Vicenta y don Aniceto, padres del novio, van a pedir la mano. Ahí se encuentran con Ña Chepa y Ñor Teodoro, padres de Miquela, y la conversación se cifra en cada uno de los menesteres que los novios saben hacer para merecer al otro. No se obvia para nada la presunción, y cada quién expone lo que tiene incluso en bienes materiales. En el tercer acto viene la serenata, ya que después de una cuidadosa selección de canciones en casa del novio, acuerdan llevarse a un vecino a que, junto con Aniceto y Ustaquio, canten la serenata. Sale a relucir aquí toda la picardía del campesino tico con ese doble sentido que revienta de risa a los que ven la pieza teatral. Como acto cuatro y final viene la ceremonia, que inicia con un desfile de todas las personalidades del pueblo y se desarrolla con un enredo cuando aparece una mujer embarazada que llega a impedir la boda. Finalmente todo se resuelve en paz y todos felices disfrutan el baile.
En realidad el matrimonio campesino fue una comedia cómplice para que un grupo de profesores disfrutaran al máximo y descubrieran no solo su talento como artistas, sino los lazos de un equipo de trabajo unido por el cariño entre ellos y el deseo de mostrar la calidad de trabajo que se ha propuesto la institución.
Así nació la obra y entonces floreció la belleza de Jasmín en su papel de novia tímida y la urgencia de Greivin, que en su desesperación por casarse solo creyó que lo amaba porque un día “torció el pezcuezo y lo espió”. Así peleamos y nos reconciliamos los consuegros Ale, Oscar, Lilliana y yo, padres de los novios interesadísimos en el “casorio”. Qué lindas las niñas Yuyita y Charito, interpretadas por María José y Reina, quienes tuvieron tiempo en la obra para pelear y ni se diga de Marilyn, quien hubiera tenido el Oscar, con su papel de mejor amiga llorona. Fue muy grato también ver a los señores guardas don Geovanny y don Manuel, asumiendo sus papeles de padrino y policía del pueblo. ¡Qué pistola y qué susto! Don Geovanny, el más platudo, así caminaba. De verdad fue grato para las y los estudiantes ver a Luisa de madrina y a Maritza con las “jarras”. Nadie lo creía de Frank, en su papel de político, nada más y nada menos que el alcalde, pero tampoco de Rodolfo, el maestro del pueblo. ¿ Y Rosaura? Se nos salió del saco porque contrario a todos nosotros se fue como la curandera, pero toda linda y resplandeciente. Y vieran a Laurita, qué esfuerzo en esa gran presentación que le correspondió hacer como Ramona Ponte Alegre. Pero nadie como Fany, con el papel más triste. Primero castigada por ese padre tan poco comprensivo y avergonzado por un embarazo que ni siquiera existía, don Carlos y luego ridiculizada por todos por quererse ganar al novio con una gran mentira. ¡Qué bien Carlitos, debió ser sacerdote, porque hasta el atuendo le quedó perfecto y hacía juego hasta con la monjita, que no sabía si era santa, tímida o sensual. Y la pobre viejita, con su garrote descargando la chicha en la mejor amiga, ay Cinthia, qué bárbara, no sabe cuánto gozaron los chicos con su actuación. Quien ve a doña Iris y a Kattya, todas pintadilla haciendo de grandes damas del cortejo. Gran espectáculo dieron también don Claudio, Carolina, Dennia, y Teresita, que entre acomodo, risas y grabación se unieron a ese lindo trabajo.
Gracias a todos, porque los profes que no estuvieron ese día en el espectáculo ya habían ayudado ya que el trabajo no fue solo actuar. Gracias a padres y madres que se hicieron cargo de vender las comidas mientras nosotros actuábamos.
Maribel Sánchez Montoya
Directora . 2011
